sábado, 17 de noviembre de 2007

Origen del Mate


El consumo y uso de la yerba mate, se remontan a la época pre–hispánica en las regiones del norte de Paraguay y Brasil.
Las misiones jesuíticas se anoticiaron de esta especie vegetal, conocida por los aborígenes, comenzando a utilizar superioridades terapéuticas y difundieron su uso hacia el continente europeo. De este modo, su difusión fue avanzando a los demás continentes y en la actualidad es conocido mundialmente.
Un elemento importante es el empleo de una calabaza de tamaño regular, en la que se realizaba la infusión absorbida mediante el uso de un tubo delgado o bombilla, dándole su sentido característico. Se lo llamaba “té de los jesuitas” en misiones, o “té del paraguay”.
Los gauchos, junto con la carne, lo asimilaron como principal fuente de alimentación, y lo incorporaron profundamente en sus costumbres cotidianas transmitiéndola a generaciones que le precedieron y convirtiéndolo en un ámbito tan difundido y propio de nuestra cultura actual.
El mate es tradicional en nuestro país. Chicos y grandes, amigos y familiares lo comparten. Es un fiel compañero en la tarde de estudio y en la de ocio también, en las largas jornadas de trabajo o también en alguno que otro día de angustia y soledad.
Su preparación es sencilla, solo se requieren pocos pasos:

Primero: llenar el mate en sus tres cuartas partes. Cubrirlo con la mano o servilleta, y agitarlo boca hacia abajo, logrando que la yerba quede inclinada sobre el mate a 45° aproximadamente.

Segundo: humedecer, con agua tibia, la cavidad que se formó sobre uno de los costados del mate, esperar que se absorba, llenar o cebar nuevamente y recién después colocar la bombilla.

Tercero: calentar agua, siempre evitando que se hierva. Para cebar, es muy importante que la temperatura del agua no supere los 75°C.

Son esas las tres claves para obtener un mate rico y rendidor, ya que evitarán que el sabor sea demasiado fuerte y que la yerba no se lave rápidamente
La variedad en su preparación es muy amplia, tiene rasgos regionales. Hay algunos que los prefieren dulces, otros amargos, y muchos le agregan hierbas para brindarle sabor.
Lo bueno de esto es que por ser tradicional, se consumió, se consume y se consumirá por muchos años, formando parte de nuestra cultura e historia.

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